Hoy desde LyM nos acercamos a uno de los servicios que mayor auge ha cobrado en los últimos años, por su aporte práctico a la salud informativa de los cientos de millones de usuarios que damos vida a las redes sociales: el fact-checking o la verificación de datos/hechos. Aunque las recientes elecciones en Estados Unidos y la Covid-19 son los temas que absorben actualmente los esfuerzos de las principales plataformas dedicadas a este empeño, el problema de la desinformación no se reduce a ellos.

Tal y como recoge un orientador texto publicado por el American Press Institute, la verificación es un servicio valioso y comerciable para casi cualquier tema en una sala de redacción, y como es obvio, también le importa a un usuario de Twitter que lee la falsa noticia de que Drake ha muerto. No obstante, alertamos que las declaraciones realizadas por instituciones y personalidades políticas tienden a inundar las páginas de resultados de los sitios web especializados en la verificación de datos.

Antes de entrar con la manga al codo en la cuestión, nos interesa fijar que obtener la “verdad” sobre un punto en discusión es mucho más complejo que apoyarnos en los servicios de verificación de terceros —por muy objetivos y serios que estos parezcan—, dado que sus gestores también están permeados por emociones, perspectivas, asunciones, interpretaciones e intenciones que luego influyen en la elección de lo que se verifica y probablemente en su evaluación.

En su libro Fact-Checking Journalism and Political Argumentation: A British Perspective, Jen Birks recoge algunas críticas empíricas y éticas al periodismo de verificación. Lucas Graves también analiza los límites del fact-checking en su libro Deciding what’s true: the rise of political fact-checking in American journalism.[1] ¿Quién verifica al verificador? ¿Qué fuentes emplea para calificar la autenticidad de una afirmación? ¿A quién favorece su veredicto? Tal y como sugerimos en nuestra entrega sobre la verificación de perfiles, el ciudadano digital tiene que asumir un rol activo en la gestión de la información difundida en la red.

El misterio de la insignia azul: una mirada a la verificación de perfiles en redes sociales

Birks encuentra las raíces del movimiento global por la verificación de contenidos en Estados Unidos, con la introducción de la iniciativa FactCheck.org en 2003. En cualquier caso, William Aspray y James W. Cortada recuerdan que en las primeras décadas del pasado siglo los periódicos con alcance nacional instalaron departamentos de verificación, con el objetivo de comprobar la veracidad de las historias que sus periodistas suscribían. Graves destaca que este fact-checking tradicional insiste en someter a prueba los argumentos que exponen las fuentes, en lugar de simplemente reportarlos.

El fact-checking en línea que analizamos a continuación investiga sobre lo que ya se ha publicado, mientras que la versión interna bloquea la salida de noticias con errores o datos falsos. Nos parece crítico que quienes generamos contenidos entendamos la fortaleza que imprime la autoverificación en nuestras organizaciones. Mejor comprobar en casa que fallar en la Prueba de Pinocho.

¿Qué es la verificación (fact-checking) de datos?

Un grupo de autores define la verificación de datos/hechos como el proceso investigativo consistente en: 1) extraer las afirmaciones en determinado discurso; 2) buscar las evidencias en que se basan; 3) evaluar la exactitud de las afirmaciones en correspondencia con los hechos que la sostienen; y 4) proveer una perspectiva en aquellas aseveraciones en las que no existe consenso. Jane Elizabeth refiere que el objetivo de la verificación es ampliar el conocimiento reportando nuevamente e investigando los pretendidos hechos expuestos en declaraciones realizadas por políticos y cualquier persona/organización cuyas palabras impactan la vida de otros. Los fact-checkers deben proveer información clara y rigurosamente analizada, en aras de que los consumidores realicen juicios competentes.

Elizabeth, quien es Directora del Programa de Periodismo Responsable en el American Press Institute, conceptualiza en otro artículo que la verificación de hechos es la evaluación de las declaraciones y la retórica en cierto mensaje para buscar exactitud y veracidad, como también la deconstrucción de historias virales y rumores.

El producto final, nos dice la comunicadora estadounidense, requiere fuentes originales, investigación intensa, y datos de alta calidad. Alexios Mantzarlis señala que el chequeo de hechos pasa por tres fases: 1) identificar planteamientos verificables —por ejemplo, en medios de comunicación y redes sociales—, lo que comprende elegir qué afirmaciones deben someterse a escrutinio; 2) encontrar los hechos accediendo a la mejor evidencia disponible; y 3) confirmar o enmendar/actualizar el registro público, generalmente apelando a una escala de veracidad.

En la web puedes encontrar otras definiciones, pero creemos que la esencia está en las que hemos expuesto aquí. Para continuar, te proponemos reflexionar sobre la dimensión local del fact-checking, específicamente en Cuba. Hasta ahora no existe ningún esfuerzo sólido que refleje el despliegue de metodologías robustas.

Uno de dos proyectos periodísticos que se unieron en abril de este año a una iniciativa regional contra la desinformación —en el contexto de la pandemia generada por la Covid-19—, está proponiendo una variante todavía inacabada, en tanto las conclusiones de uno de sus artículos dedicados a la verificación de hechos deja abierta a la especulación de manera imperdonable la participación del Gobierno estadounidense en la Operación Peter/Pedro Pan.[2] En solo un texto se manifiestan los principales problemas y límites que se le atribuyen a la verificación, lo que es consecuencia a nuestro juicio de un ejercicio periodístico sesgado desde su punto de partida, que también aflora en el fact-checking de las declaraciones de una figura pública.

Lo que sí queremos defender es la necesidad de insertar al país en la ola global de la verificación. La población cubana en red carece en gran medida de las habilidades para gestionar el insondable volumen de información que circula en la red, el fenómeno de las burbujas de filtro, y la dinámica comunicacional que un grupo de usuarios promueve en la Social Media para distorsionar determinada realidad.

Lo que Claire Wardle y Hossein Derakhsha denominan como desorden informativo —en oposición a la confusión derivada del uso del término fake news—, incluye siete tipos de contenido falso/engañoso. Entre ellos encontramos la sátira o parodia, porque desafortunadamente, según estos autores, los promotores de la desinformación etiquetan deliberadamente ciertos materiales como satíricos para eludir el análisis de los fact-checkers, lo que en un ecosistema informativo muy vulnerable ante este tipo de formato es harto peligroso.

Ellos observan que buena parte de los productos engañosos que circulan en redes sociales ni siquiera buscan cobija bajo la categoría “noticias”, sino que se presentan en forma de memes, videos, imágenes, o acción coordinada en Twitter, Facebook, Youtube o Instagram. Luego, puede que no sean falsos, sino que, por el contrario, sean genuinos pero utilizados fuera de contexto. Todo esto tiene múltiples expresiones en el segmento cubano de la red.

El Laboratorio para Periodistas de la Facultad de Políticas Públicas Sanford, integrado al Centro de Medios y Democracia DeWitt Wallace en la Universidad Duke, es un centro de investigación especializado en temas de fact-checking. En octubre de este año actualizó los datos de su encuesta anual sobre proyectos de verificación de hechos activos en la Web, que ahora —de acuerdo con su metodología para identificarlossuman 304 en todo el mundo. Mark Stencel apunta que Facebook, Whatsapp y Google han incentivado la capacitación de fact-checkers que luego contratan para repeler el avance de la desinformación en sus respectivas plataformas.

Ahora bien, ¿cómo se verifican datos y hechos? ¿Cómo lo hacen las principales agencias de prensa y medios relevantes generales y especializados? ¿Qué hacen Facebook y Twitter en este sentido? ¿Qué herramientas online nos pueden ayudar a protegernos contra la mentira que —deliberada o sin intención— se esparce por las redes sociales? Todo esto y mucho más en la segunda parte de este especial de LyM sobre la verificación de contenido en Internet. Por ahora queremos leer tus opiniones hasta aquí, y si te embullas, puedes hacernos llegar alguna “noticia” que te interese verificar en este reino de la posverdad.


[1] Consultar en Graves, L. (2016). Deciding what’s true: the rise of political fact-checking in American journalism. New York: Columbia University Press.

[2] Ver en Yanez, L. (2009). Pedro Pan was born of fear, human instinct to protect children. Disponible en https://bit.ly/PedroPanHerald. También consultar aquí una propuesta de resolución para nombrar West 12 Avenue —en el Condado de Miami Dade— desde la Calle 37 a la 49 como “Operation Pedro Pan Avenue”, este artículo publicado en el New York Times, y esta entrada sobre la Operación Peter Pan en el sitio web de la Biblioteca del Congreso estadounidense. Para una visión integrada a la narrativa del Gobierno cubano consúltese a Torreira, R. (s/f). La Operación Peter Pan en la memoria histórica del pueblo cubano. Disponible en https://bit.ly/ClacsoPedroPan.

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